1. ¿Qué es una esponja de mar?
Una esponja de mar no es coral. Pero está ahí, inmóvil, pegada al arrecife como si hubiera nacido para confundirnos.
La ves y dudas.
Tiene forma rara, como si fuere un tubo, un jarrón o un saco.
Colores flipantes.
Y parece más un decorado de Star Wars que un ser vivo.
Pero vive.
La esponja marina a menudo crece entre los corales.
A veces encima.
Otras al lado.
Otras… dentro.
Sin embargo, las esponjas están metidas en el agua desde antes que cualquier coral.
Antes que los dinosaurios.
Antes que todo.
Literalmente. Algunas especies de esponjas de mar tienen un registro fósil de hace 600 millones de años.
Será por eso que tienen un diseño sencillo.
Los corales solo viven en agua salada.
Pero hay esponjas que también viven en agua dulce, estuarios… lo que caiga.
Corales = organismos complejos. Los forman muchos pólipos.
Esponjas = estructuras muy simples. No tienen ojos. Ni boca. Ni cerebro.
Pero son máquinas de filtrar agua.
Y aunque no se mueven, dentro hay movimiento:
Miles de pelitos internos, los flagelos, generan corrientes para filtrar el agua.
Absorben bacterias. Procesan carbono, nitrógeno y fósforo. Y convierten los restos disueltos del coral y las algas en pequeñas partículas nutritivas.
Puede mover hasta 20.000 veces su volumen en agua al día. ¿Te lo imaginas?
Tú bebes un litro y ya te sientes hinchado.
Una esponja de mar mueve océanos.
Y mientras lo hace, limpia el arrecife, lo oxigena.
Por si eso fuera poco, le da cobijo a peces, camarones, nudibranquios, cangrejos, lo que se te ocurra.
Y cuando el arrecife anda corto de nutrientes, ahí está la esponja coralina, soltando “caca de esponja de mar” rica en carbono que otros bichos devoran como buffet libre.
A veces, la cadena alimentaria empieza por donde menos te lo esperas.
Además, se adaptan a todo.
Rocas. Arena. Barro.
Incluso basura flotante. No les hacen ascos a nada.
No es un coral, no.
Pero sin la esponja del coral, el arrecife no vive. Punto.